Hubo un tiempo en el que todo lugar que albergaba una máquina arcade se convertía en el centro de ocio de la juventud. Hubo un tiempo en el que las monedas de 25 ptas. valían mucho más de lo que costaban, ardían en el bolsillo y significaban diversión. Hubo un tiempo en el que las consolas domésticas soñaban con correr los últimos juegos arcade, pero como no podían se conformaban corriendo unas versiones descafeinadas de los mismos. Hubo un tiempo que no volverá…
Los salones arcade se han quedado anclados en el tiempo, como la estación fantasma de metro de Chamberí, intentando conservar un encanto caduco de una época dorada, como la del Coliseo de Roma tras la caída del Imperio. Son minas abandonadas que ya no tienen más oro, buenos vinos que sin quererlo envejecieron transformándose en vinagre, baúles del recuerdo de varias generaciones…

Condenadas a la extinción, se han ido poco a poco desvaneciendo de los locales. Aquella que estaba en el bar de siempre dejó su marca de vacío en el suelo. Aquél salón recreativo donde gasté parte de mi infancia se ha convertido en un bazar chino. Aquellas tragaperras marginadas al rincón del juego han ido ganando terreno…

Ese olor a macarra de barrio; ese tintineo de cambio fresco procedente de la riñonera del encargado; esos ojos maltratados y llorosos de los jugadores tras partidas y partidas mirando fijamente a pantallas de tubo de garrafón, que nos mostraban a través de sus destellos unos sprites enormes que soñábamos disfrutar en la televisión de casa.
Esos tiempos gloriosos ya pasados los recorreremos en este artículo. Un viaje al pasado hacia una época dorada, que los nostálgicos añoramos y recordamos de vez en cuando gracias a la emulación.
Street Fighter II

Ryu, el japonés karateka que lanzaba “ondas vitales” como las de Son Goku; Ken, su homólogo americano del puño de fuego; Zangief, el mastodonte soviético que se entrenaba peleando con osos; Chun-Li, la bella; Blanka, la bestia; E. Honda, el campeón de sumo consagrado; Guile, el teniente primero de las Fuerzas Aéreas; y por último y quizás para muchos el menos importante,Dhalsim, el maestro del yoga.

Crecimos y nos hicimos fuertes. Lo suficiente como para derrotar al malvado M. Bison y sin embargo, no era nuestro jefe final favorito. Había otro que desprendía carisma por los cuatro costados. Un luchador enmascarado y ágil, que armado con una garra que peleaba encerrado en una jaula al ritmo de un pegadizo pasodoble. Tópico sí, torero casi, pero sobre todo sanguinario y temible.Vega. El boxeador Balrog era un simple aperitivo antes del gran combate; y Sagat no era mal contendiente pero su forma de lucha lo condenaba a ser demasiado previsible.
Los combates entre “ryus” y “kens” se sucedieron uno tras otro, y poco a poco el resto de las máquinas de los locales se fueron contagiando del género de la lucha. De “Arts of Fightings” y de “Mortal Kombats”.
Tetris

La versión de Atari del concepto ideado por Alexei Pajitnov (лексей Пажитнов) nos sumergía de lleno en la Rusia Soviética a través sus cumplidores gráficos y de su fabulosa música. Hasta entonces no habíamos visitado la Plaza Roja, y nos maravilló.
Pero la propia existencia de un juego tan bueno, tal vez el mejor, tiene sus inconvenientes. Encumbró y al mismo tiempo acabó con un género, el más original de todos, el puzzle. Marcó sin pretenderlo un antes y un después, donde el después estaba plagado de simples imitadores, algunos de ellos divertidos como el Puzzle Fighter o el Columns, pero imitadores al fin y al cabo. Todos regidos por un objetivo o regla de base: ordenar una serie de fichas de diferentes formas y colores de una cierta forma para que desaparezcan. La cara oculta de la Luna, el universo de los segundones condenados a perder.
Golden Axe

Hay quien dice que lo bueno si breve dos veces bueno. Miente. El Golden Axe dejaba al jugador con ganas de más, de muchísimo más, con la miel en los labios. Justo cuando uno empezaba a pasarlo realmente bien el juego mostraba su pantalla de créditos…
La conversión del Golden Axe a la Megadrive fue tan fiel que pronosticó que los sistemas de entretenimiento casero estaban cerca de la tecnología de los recreativos, pero éstos aún darían unos cuantos coletazos antes de caer al selo exhaustos.
Pacman

No había tiempo para respirar, sólo para correr y, en ocasiones, saciar el hambre con las piezas de frutaque de vez en cuando aparecían dispersas por el paisaje.
Pacman no ha evolucionado bien con el tiempo, sus futuras apariciones nunca estuvieron a la altura de su debut. Como estrella fugaz, iluminó por unos segundos el firmamento para más tarde apagarse y desaparecer en la inmensidad del Universo. Pero nos concedió un deseo, el de la diversión, y esos instantes de destellos de luces quedaron para siempre grabados en nuestras pupilas. Aún podemos verlos si cerramos los ojos…
Out Run

Las monedas se transformaban en gasolina, por que además de comprar un coche caro hay que tener dinero para mantenerlo.
Una rubia pechugona sentada a nuestro lado derecho aplaudía nuestros derrapes y festejaba nuestras victorias. Era la acompañante perfecta.
Operation WOLF
Me encanta el olor del NAPALM por la mañana

Las balas silbaban alrededor del paisaje y las explosiones retumbaban en los altavoces. Nosotros, solos en el campo de batalla, dependíamos únicamente de nuestra puntería (algo mermada, por culpa del retroceso del arma) para llevar a cabo la misión que nos fue encomendada: liberar a cinco rehenes recluídos en un campo de concentración.
El hierro frío y oscuro de la ametralladora nos transmitía el valor necesario para enfrentarnos contra un poderoso grupo de terroristas armado hasta los dientes.
La primera vez que jugué al Operation Wolf aún no había crecido lo suficiente como para manejar la ametralladora con soltura. Fijada a la madera de la cabina, tenía que subirme a una banqueta para tener alguna posibilidad de éxito.
NBA Jam

La diversión alcanzaba su punto álgido cuando cuatro jugadores encarnaban a la vez a cuatro leyendas vivas del baloncesto sobre la cancha, batiéndose en un duelo por parejas. Sólo un equipo podía alzarse con la victoria y un tiro sobre la bocina podía ser determinante en el resultado final del encuentro.
Arkanoid

El mundo de los videojuegos siempre ha estado saturado de clones, de imitadores que buscan su momento de gloria cobijándose en la sombra de una leyenda, pero Arkanoid no era un clón más. Sentó cátedra y condenó al Breakout al banquillo de los suplentes superándolo en todos los aspectos. Por méritos propios logró un merecido puesto en el Olimpo del Ocio Electrónico. Pero esto no tendría gracia si su carta de presentación fuese simplemente su atractivo gráfico, y por ello también incorporaba items y jefes finales en un concepto de juego que se creía que ya había tocado techo.
Toki

El reparto era el siguiente: la preciosa Miho en el papel de princesa en apuros, el poderoso y hechizado guerrero Toki abandona su aspecto de Tarzán para transformarse en un mono capaz de escupir munición por la boca y por último, el malvado brujo Bashtardificultando el camino al héroe.
Toki es un juego que, a pesar de no haber aportado nada nuevo al género de las plataformas, merece estar en esta lista por que era uno de esos títulos en los que se podía llegar lejos sin estar “continuando” cada poco.
1942

Resulta curioso que Capcom, una compañía japonesa, crease un juego en el que sus compatriotas son precisamente el enemigo a batir y en el que el objetivo final del juego no es otro que tomar Tokio.
1942 era en sí mismo la esencia mágica y la diversión frenética de los matamarcianos en estado puro. Es una verdadera lástima que hoy en día la sencilla fórmula de “disparar, apuntar y esquivar” no entretenga a los jugadores…
Tumblepop

Armados con nuestros “disparadores nucleares de protones de alta capacidad” correspondientes, tendríamos que limpiar de la faz de la Tierra a toda simpática criatura de ultratumba que osase cruzarse en nuestro camino a lo largo del globo terráqueo.
Enormes y previsibles jefes finales nos esperaban al final de cada mundo, y una suculenta fase de bonus se abría cuando reuníamos todas las letras de la palabra “Tumblepop”.
Metal Slug: Super Vehicle-001

Pero de nada sirve un apartado gráfico envidiable si el juego en sí no es divertido y afortunadamente este no es el caso. El Metal Slug podía presumir tanto de sus exclusivos gráficos como de una endiablada jugabilidad, tentando a todo aquel que pasase por delante de la máquina a introducir una moneda.
Tanques, aviones, artillería móvil, barriles explosivos, rehenes atados de pies y manos y soldados enemigos tomando el sol al alcance del bolsillo de todo aquel dispusiese de cambio.
Super Pang

Todo salón recreativo que se precie tenía que tener al menos una máquina, la de Super Pang. Uno de los juegos más prolíficos del género arcade. Su intuitivo y adictivo sistema de juego enganchó a jugadores de ambos sexos durante años.
Double Dragon

Puñetazos, patadas voladoras, cabezazos y codazos son el plato del día de este beat’em up de la vieja escuela que marcó el camino a seguir de los “yo contra el barrio“. Además de una completa carta de mamporros y de la posibilidad de robar el arma al enemigo, el Double Dragon fue el primer juego de su género que ofreció partidas a dobles. Y es que los beat’em up pierden su encanto si uno pelea solo…
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