Elsa tiene 82 años, 60 de los cuales vivió soñando un momento que ya había sido soñado por Fellini: la escena de La dolce vita en la Fontana di Trevi. Alfredo es un poco más joven y siempre fue un hombre de bien que cumplió con su deber. Al quedar viudo, desconcertado y angustiado por la ausencia de su mujer, su hija le insta a mudarse a un apartamento más pequeño, donde conoce a Elsa. A partir de este momento, todo se transforma. Elsa irrumpe en su vida como un torbellino dispuesta a demostrarle que el tiempo que le queda de vida es precioso y puede disfrutarlo como le plazca.
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